[España] Carola Pérez ha olvidado cómo es vivir sin dolor. A los 11 años, en una caída mientras patinaba, se fracturó el coxis de tal forma que, con la mayoría de edad y tras intentar todo por salvar el hueso, los médicos decidieron extirpárselo. Esta mujer de 37 años ha pasado 11 veces por el quirófano y va camino de otra. Un Día de la Madre, harta de sufrir y de los efectos secundarios de la medicación, pidió a sus padres que la ayudaran a morir. "Estaba en un túnel y no había ni una llamita de luz, no había nada", explica en la sede de la asociación Dosemociones (que fundó con sus padres), donde apoya y asesora a pacientes que, como ella, decidieron un día probar con el cannabis medicinal. "Lo recuerdo como si fuera hoy, fue una infusión en un vaso de leche y, de repente, una sensación de alivio, de calma... Y de, por un momento, dejar de preocuparme por el dolor".
Su caso es el de miles de españoles que solos o animados por sus familias no han esperado más y han emprendido el difícil camino de paliar algunos efectos físicos y psicológicos de sus enfermedades con cannabis, una planta de probados beneficios terapéuticos, pero prohibida en casi todo el mundo. La ilegalidad trae aparejada la falta de información fiable, el estigma y el oscurantismo más propio de otras épocas. Los pacientes y sus familiares se ven abocados al ensayo y error en las preparaciones caseras que "cocinan", por ejemplo, unos aceites que suelen administrarse en gotas debajo de la lengua y a acudir a clubes de fumadores recreativos o al mercado negro para obtener esta sustancia. "En septiembre de 2015, a consecuencia de las sentencias condenatorias emitidas por el Tribunal Supremo en relación a los clubs de cannabis, La Santa Le Club, decidió suspender el programa de dispensación entre sus asociados y eso supuso que ochenta pacientes nos quedáramos en la calle", dice Carola Pérez.
Fuente: El País